DÍA 2: La Adoración Celestial

DÍA 2: La Adoración Celestial

Lectura

El primero de esos seres vivientes era semejante a un león, el segundo era como un buey, el tercero tenía cara humana, y el cuarto era como un águila en vuelo. Cada uno de los seres vivientes tenía seis alas, y las alas estaban totalmente cubiertas de ojos por dentro y por fuera. Día tras día y noche tras noche repiten continuamente:

«Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso,

el que siempre fue, que es, y que aún está por venir».

Cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor y gracias al que está sentado en el trono (el que vive por siempre y para siempre), los veinticuatro ancianos se postran y adoran al que está sentado en el trono (el que vive por siempre y para siempre), y ponen sus coronas delante del trono, diciendo:

«Tú eres digno, oh Señor nuestro Dios,

de recibir gloria y honor y poder.

Pues tú creaste todas las cosas,

y existen porque tú las creaste según tu voluntad».

Apocalipsis 4:7-11

Juan describe la adoración celestial donde los cuatro seres vivientes proclaman la santidad de Dios sin cesar, mientras los 24 ancianos se postran ante Él, reconociendo su autoridad y lanzando sus coronas en señal de entrega total. Esta escena muestra que toda la creación rinde honor al Creador, reconociéndolo como el soberano eterno.

Versículo Clave

«Tú eres digno, oh Señor nuestro Dios,

de recibir gloria y honor y poder.

Pues tú creaste todas las cosas,

y existen porque tú las creaste según tu voluntad».

Apocalipsis 4:11

Juan describe la adoración celestial con detalles impactantes:

Los cuatro seres vivientes (v.7-8):

Son representaciones simbólicas de la creación en su plenitud (hombre, león, becerro y águila). Cubiertos de ojos, representan el conocimiento divino y la vigilancia sobre la creación. Su adoración es incesante: "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir." Esto enfatiza la santidad, eternidad y soberanía de Dios.

Reflexiona

La adoración en el cielo es constante, apasionada y reverente. Nos desafía a evaluar nuestra propia adoración:

¿Estamos reconociendo la grandeza de Dios en nuestra vida diaria?

¿Nuestra adoración es un reflejo de su dignidad y santidad?

¿Le damos a Dios el primer lugar o guardamos nuestra mejor energía para otras cosas?

La verdadera adoración no se trata de lo que sentimos, sino de quién es Dios. Cuando entendemos su gloria, nuestra respuesta natural debe ser rendirnos completamente a Él.

Oración

Padre celestial, reconozco que tú eres digno de toda gloria, honor y poder. Ayúdame a adorarte con una vida rendida a tu voluntad. Que mi adoración sea genuina y constante, reflejando tu grandeza en todo lo que hago. Amén.