DÍA 4: El Río de Vida Eterna
Lectura
En mi visión, el hombre me llevó nuevamente a la entrada del templo. Allí vi una corriente de agua que fluía hacia el oriente por debajo de la puerta del templo y pasaba por la derecha de la parte sur del altar. El hombre me llevó hacia afuera del muro por la puerta norte y me condujo hasta la entrada oriental. Allí pude ver que el agua fluía por el lado sur de la entrada oriental.
Me llevó a lo largo de la corriente de agua y, mientras avanzábamos, él iba midiendo; cuando llegamos a quinientos treinta metros, me llevó a través de la corriente. El agua me llegaba a los tobillos. Midió otros quinientos treinta metros y una vez más me llevó a través de la corriente. Esta vez el agua me llegaba hasta las rodillas. Después de otros quinientos treinta metros, el agua me alcanzaba a la cintura. Luego midió otros quinientos treinta metros y el río ya era demasiado profundo para cruzarlo caminando. Había buena profundidad para nadar, pero demasiada para atravesarlo a pie.
Me preguntó: «Hijo de hombre, ¿has estado observando?». Después me llevó de regreso por la orilla del río. Al volver, me sorprendió ver muchos árboles que crecían a ambos lados del río. Entonces me dijo: «Este río fluye hacia el oriente, atraviesa el desierto y desemboca en el valle del mar Muerto. Esta corriente hará que las aguas saladas del mar Muerto se vuelvan puras y dulces. Vivirán cantidad de criaturas vivientes por donde llegue el agua de este río. Abundarán los peces en el mar Muerto, pues sus aguas se volverán dulces. Florecerá la vida a donde llegue esta agua. Habrá pescadores a lo largo de las costas del mar Muerto. Desde En-gadi hasta En-eglaim, toda la costa estará cubierta de redes secándose al sol. El mar Muerto se llenará de toda clase de peces, igual que en el Mediterráneo. No obstante, los pantanos y las ciénagas no se purificarán; quedarán salados. A ambas orillas del río crecerá toda clase de árboles frutales. Sus hojas nunca se marchitarán ni caerán y sus ramas siempre tendrán fruto. Cada mes darán una nueva cosecha, pues se riegan con el agua del río que fluye del templo. Los frutos servirán para comer, y las hojas se usarán para sanar».
Ezequiel 47:1-12
Luego el ángel me mostró un río con el agua de la vida, era transparente como el cristal y fluía del trono de Dios y del Cordero. Fluía por el centro de la calle principal. A cada lado del río crecía el árbol de la vida, el cual produce doce cosechas de fruto, y una cosecha nueva cada mes. Las hojas se usaban como medicina para sanar a las naciones.
Ya no habrá más maldición sobre ninguna cosa, porque allí estará el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos lo adorarán. Verán su rostro y tendrán su nombre escrito en la frente. Allí no existirá la noche—no habrá necesidad de la luz de lámparas ni del sol—porque el Señor Dios brillará sobre ellos. Y ellos reinarán por siempre y para siempre.
Apocalipsis 22:1-5
Ezequiel ve un río que fluye del templo, trayendo sanidad y fertilidad por donde pasa. Es un símbolo del poder restaurador de Dios que renueva la vida espiritual y física. En Apocalipsis 22, Juan contempla un río similar que brota del trono de Dios y del Cordero, fluyendo en medio de la ciudad celestial. A ambos lados crece el árbol de la vida, que da fruto constante y cuyas hojas son para sanidad de las naciones. La vida eterna no solo es futura: comienza ahora, cuando venimos a Cristo como nuestra fuente.
Versículo Clave
Luego el ángel me mostró un río con el agua de la vida, era transparente como el cristal y fluía del trono de Dios y del Cordero.
Apocalipsis 22:1
Reflexiona
En un mundo que ofrece aguas contaminadas de placer vacío, logros efímeros y seguridad falsa, Dios nos invita a beber de Su río: agua de vida, clara, abundante, eterna. Esta imagen no es sólo poética; es profundamente espiritual. La vida plena, el gozo verdadero, la restauración emocional, la dirección que anhelamos, todo fluye del trono de Dios y del Cordero. El agua está disponible, pero hay que venir y beber. No basta con admirar el río desde lejos; es necesario sumergirse en la presencia de Cristo y permitir que su vida nos transforme. No hay sequía en Su presencia.
¿Estás bebiendo del agua viva de Dios o estás buscando saciarte con otras fuentes?
¿Qué actitudes o hábitos podrían estar estorbando tu acceso al río de vida?
¿Cómo puedes cultivar una comunión más constante con el Cordero para vivir nutrido espiritualmente?
¿Hay áreas secas en tu alma que necesitan ser regadas por Su presencia hoy?
Oración
Padre, gracias porque me ofreces un río de vida que fluye directamente de Tu trono. Ayúdame a no buscar en otras fuentes lo que solo Tú puedes dar. Riega mi alma, sana mis sequedades, y hazme vivir cada día de Tu provisión inagotable. Que mi vida sea evidencia de lo que significa beber de Ti. Amén.