DÍA 3: La Victoria de Cristo

DÍA 3: La Victoria de Cristo

Lectura

Cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión. Saldrá para engañar a las naciones—llamadas Gog y Magog—por todos los extremos de la tierra. Las reunirá a todas para la batalla: un poderoso ejército tan incalculable como la arena de la orilla del mar. Y los vi cuando subían por toda la anchura de la tierra y rodeaban al pueblo de Dios y a la ciudad amada; pero cayó fuego del cielo sobre el ejército que atacaba y lo consumió.

Después el diablo, que los había engañado, fue lanzado al lago de fuego que arde con azufre, donde ya estaban la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por siempre jamás.

Apocalipsis 20:7-10

¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás? ¿Quién se atreve a acusarnos a nosotros, a quienes Dios ha elegido para sí? Nadie, porque Dios mismo nos puso en la relación correcta con él. Entonces, ¿quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros.

¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero»). Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó.

Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Romanos 8:31-39

Después del milenio, Satanás es liberado brevemente y engaña a las naciones para rebelarse contra Dios. Reúne un gran ejército para atacar al pueblo de Dios, pero Dios interviene directamente: fuego del cielo los consume y el diablo es lanzado al lago de fuego para siempre. Este es el juicio final del enemigo de nuestras almas: su derrota es total, definitiva y eterna.

En la Carta a los Romanos; Pablo declara que nada puede separarnos del amor de Dios. Si Dios está a nuestro favor, ¿quién podrá estar contra nosotros? Aunque enfrentemos tribulación, angustia, persecución o incluso la muerte, somos más que vencedores por medio de Cristo. Esta es una declaración poderosa de seguridad, identidad y confianza para todo creyente.

Versículo Clave

Y los vi cuando subían por toda la anchura de la tierra y rodeaban al pueblo de Dios y a la ciudad amada; pero cayó fuego del cielo sobre el ejército que atacaba y lo consumió.

Apocalipsis 20:9

Reflexiona

La victoria de Cristo sobre el mal es segura y definitiva. Aunque Satanás y sus seguidores intenten rebelarse, su derrota está garantizada. Este pasaje nos recuerda que no importa cuán grande sea la oposición, Dios es soberano y poderoso. En nuestras vidas, enfrentamos batallas espirituales y desafíos, pero podemos tener confianza en que Cristo ya ha vencido. Vivir en la victoria de Cristo significa confiar en su poder y promesas, incluso cuando las circunstancias parecen abrumadoras.

A veces parece que el mal lleva la delantera, que la oscuridad está ganando, que los enemigos son demasiados… pero la Palabra de Dios afirma con poder: Cristo ya venció.

La escena de Apocalipsis 20:9 no es una advertencia para temer, sino una promesa para confiar. El enemigo puede atacar, pero no puede vencer al Rey de reyes. Romanos 8 complementa esta verdad al recordarnos que nada podrá jamás separarnos del amor de Cristo.

Vivir en la victoria de Cristo no significa ausencia de batallas, sino certeza de triunfo. Es saber que aun en medio del conflicto, el final ya fue escrito… y lo escribió Dios.

Preguntas de Aplicación:

-¿Qué enemigos espirituales te hacen sentir que la batalla está perdida?

-¿En qué área de tu vida necesitas recordar que ya eres más que vencedor en Cristo?

-¿Cómo puedes vivir hoy con la certeza de que el poder de Dios es mayor que cualquier oposición?

Oración

Señor Jesús, gracias porque tu victoria sobre el mal es completa y eterna. Cuando el enemigo intente asustarme, recuérdame que tú ya venciste. Fortalece mi corazón en medio de cada batalla, y ayúdame a vivir como un hijo de la victoria. En ti confío, en ti descanso. Amén.