DÍA 2: La Caída de Babilonia
Lectura
Después de todo esto vi que otro ángel bajaba del cielo con gran autoridad, y la tierra se iluminó con su resplandor. Dio un fuerte grito:
«¡Ha caído Babilonia, cayó esa gran ciudad!
Se ha convertido en una casa para los demonios.
Es una guarida para todo espíritu inmundo,
un nido para todo buitre repugnante
y una cueva para todo animal sucio y espantoso.
Pues todas las naciones han caído
debido al vino de su apasionada inmoralidad.
Los reyes del mundo
cometieron adulterio con ella.
Debido a su deseo por lujos excesivos,
los comerciantes del mundo se han enriquecido».
Después oí otra voz que clamaba desde el cielo:
«Pueblo mío, salgan de ella.
No participen en sus pecados
o serán castigados junto con ella.
Pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo,
y Dios se acuerda de sus maldades.
Háganle a ella lo que ella les ha hecho a otros.
Denle doble castigo por todas sus maldades.
Ella preparó una copa de terror para otros,
así que preparen el doble para ella.
Ella se glorificó a sí misma y vivió rodeada de lujos,
ahora denle la misma proporción de tormento y tristeza.
Ella se jactó en su corazón, diciendo:
“Soy reina en mi trono.
No soy ninguna viuda indefensa
ni tengo motivos para lamentarme”.
Por lo tanto, estas plagas le llegarán en un solo día:
la muerte, el lamento y el hambre.
Ella será totalmente consumida por el fuego,
porque el Señor Dios, quien la juzga, es poderoso».
Y los reyes del mundo que cometieron adulterio con ella y disfrutaron de todos sus lujos, se lamentarán por ella cuando vean el humo que sube de sus restos carbonizados. Aterrorizados por su gran tormento, los reyes del mundo se mantendrán a distancia y clamarán:
«¡Qué terrible, qué terrible para ti,
oh Babilonia, tú, gran ciudad!
En un solo instante
el juicio de Dios cayó sobre ti».
Apocalipsis 18:1-10
Isaías, hijo de Amoz, recibió el siguiente mensaje acerca de la destrucción de Babilonia:
«Levanta una bandera de señales en la cumbre descubierta de una colina;
llama al ejército contra Babilonia.
Hazles señas con la mano para darles ánimo
mientras marchan hacia los palacios de los grandes y poderosos.
Yo, el Señor, he consagrado a estos soldados para realizar esta tarea.
Es cierto, he llamado a guerreros poderosos para que manifiesten mi enojo,
y ellos se alegrarán cuando yo sea exaltado».
¡Oigan el ruido que hay en los montes!
¡Escuchen, mientras marchan los enormes ejércitos!
Es el ruido y el griterío de muchas naciones.
El Señor de los Ejércitos Celestiales ha convocado a este ejército.
Vienen desde países distantes,
desde más allá de los horizontes lejanos.
Son las armas del Señor para descargar su enojo;
con ellas destruirá toda la tierra.
Griten de terror, porque ha llegado el día del Señor,
el momento para que el Todopoderoso destruya.
Todos los brazos están paralizados de temor;
cada corazón se derrite
y todos se aterran.
Les sobrevendrán punzadas de angustia,
como las de una mujer que está de parto.
Se miran unos a otros sin poder hacer nada,
con el rostro encendido de miedo.
Pues miren, el día del Señor ya viene,
el día terrible de su furia y de su ira feroz.
La tierra quedará desolada,
y con ella los pecadores serán destruidos.
Los cielos se pondrán negros sobre ellos;
las estrellas no darán luz.
El sol estará oscuro cuando salga
y la luna no iluminará.
«Yo, el Señor, castigaré al mundo por su maldad
y a los perversos por su pecado.
Aplastaré la arrogancia de los soberbios
y humillaré el orgullo de los poderosos.
Haré que la gente sea más escasa que el oro,
más escasa que el oro fino de Ofir.
Pues sacudiré los cielos
y la tierra se saldrá de su lugar
cuando el Señor de los Ejércitos Celestiales manifieste su furor
en el día de su ira feroz».
En Babilonia todos correrán como gacelas perseguidas,
como ovejas sin pastor.
Intentarán encontrar a los suyos
y huir a su propia tierra.
El que sea capturado será destruido,
atravesado con una espada.
Ante sus propios ojos, estrellarán a sus niños pequeños hasta matarlos.
Sus hogares serán saqueados, y sus mujeres, violadas.
«Miren, yo incitaré a los medos contra Babilonia.
No se les puede tentar con plata
ni sobornar con oro.
Los ejércitos agresores traspasarán a los jóvenes con sus flechas.
No tendrán misericordia de los indefensos bebés
ni compasión de los niños».
Babilonia, el más glorioso de los reinos,
la flor del orgullo caldeo,
será devastada como Sodoma y Gomorra
cuando Dios las destruyó.
Babilonia nunca más volverá a ser habitada;
permanecerá vacía de generación en generación.
Los nómadas se negarán a acampar allí,
y los pastores no llevarán a sus ovejas para que pasen la noche.
Las bestias del desierto se instalarán en la ciudad en ruinas,
y en las casas rondarán criaturas aullantes.
Los búhos vivirán en medio de las ruinas
y las cabras salvajes irán allí para danzar.
Las hienas aullarán en las fortalezas
y los chacales harán su guarida en los lujosos palacios.
Los días de Babilonia están contados;
pronto llegará el momento de su destrucción.
Isaías 13
Apocalipsis 18 presenta la caída de Babilonia, símbolo de los sistemas mundanos que se oponen a Dios. La ciudad, representativa de la arrogancia y la corrupción humana, es juzgada y destruida en un instante. Los reyes y comerciantes lamentan su caída, no por arrepentimiento, sino por la pérdida de sus riquezas y placeres. Isaías 13 profetiza una destrucción similar, enfatizando que ningún poder terrenal puede resistir el juicio divino.
Versículo Clave
Aterrorizados por su gran tormento, los reyes del mundo se mantendrán a distancia y clamarán:
«¡Qué terrible, qué terrible para ti,
oh Babilonia, tú, gran ciudad!
En un solo instante
el juicio de Dios cayó sobre ti».
Apocalipsis 18:10
Reflexiona
La caída de Babilonia nos recuerda que los sistemas humanos, por más poderosos que parezcan, son temporales y pueden ser juzgados por Dios en cualquier momento. La confianza en las riquezas, el poder o la influencia es vana si no está fundamentada en la justicia y la verdad divinas. Los lamentos de los reyes y comerciantes no son por el pecado cometido, sino por la pérdida de sus beneficios, mostrando una falta de verdadero arrepentimiento. Esto nos invita a examinar dónde está puesta nuestra confianza y asegurarnos de que nuestra lealtad está en Cristo, no en los sistemas del mundo
Preguntas de Aplicación:
-¿En qué aspectos de tu vida podrías estar confiando más en estructuras humanas que en la soberanía de Dios?
-¿Cómo puedes demostrar, en tus decisiones diarias, que tu lealtad está firmemente en Cristo y no en los valores del mundo?
-¿Qué pasos prácticos puedes tomar para resistir la tentación de depender de sistemas corruptos y, en cambio, fortalecer tu fe en la justicia divina?
Oración
Dios Todopoderoso, reconozco que a veces he puesto mi confianza en cosas pasajeras y sistemas humanos. Ayúdame a centrar mi fe en Ti y a vivir con la certeza de que tu justicia prevalecerá. Que mi lealtad esté siempre contigo, y que mis acciones reflejen una confianza inquebrantable en tu poder y soberanía. Amén.