DÍA 2: Viviendo como Ciudadanos del Reino
Lectura
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, donde vive el Señor Jesucristo; y esperamos con mucho anhelo que él regrese como nuestro Salvador. Él tomará nuestro débil cuerpo mortal y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él. Lo hará valiéndose del mismo poder con el que pondrá todas las cosas bajo su dominio.
Filipenses 3:20-21
En este pasaje, el apóstol Pablo nos recuerda que nuestra verdadera ciudadanía no está en este mundo, sino en el cielo. Aunque vivimos en la tierra, nuestra identidad y destino final están en Cristo. Pablo enfatiza que esperamos el regreso de Jesús, quien transformará nuestros cuerpos mortales en gloriosos, como el suyo.
Este mensaje es clave para nuestra vida cristiana: no vivimos para este mundo pasajero, sino para el reino eterno de Dios.
Versículo Clave
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, donde vive el Señor Jesucristo; y esperamos con mucho anhelo que él regrese como nuestro Salvador.
Filipenses 3:20
Reflexiona
Ser ciudadano del cielo significa vivir con una perspectiva eterna. No somos definidos por las circunstancias de este mundo, sino por nuestra relación con Cristo. Así como un ciudadano extranjero mantiene su identidad aunque viva en otro país, los creyentes debemos reflejar los valores del reino de Dios, aun mientras estamos en la tierra.
Con lo anterior puedo reflexionar en estos puntos:
Mi identidad está en Cristo, o en lo terrenal.
Espero el regreso de Jesús, quien restaura todas las cosas.
Mi vida refleja los valores del cielo, como el amor, la verdad y la justicia.
-¿Cómo influye en mis decisiones diarias el saber que mi verdadera ciudadanía está en el cielo?
-¿Estoy reflejando los valores del reino de Dios en mi vida?
-¿Cómo puedo vivir de manera que otros vean en mí a un ciudadano del cielo?
Oración
Padre celestial, gracias por hacerme ciudadano de tu reino. Ayúdame a vivir con una perspectiva eterna, reflejando tu amor y verdad en cada aspecto de mi vida. Que mi vida muestre a otros la esperanza y la gloria de tu reino. Amén.