DÍA 1: La Presencia de Dios en Nuestro Camino
Lectura
Antiguo Testamento
Un día Moisés dijo al Señor:
—Tú me has estado diciendo: “Lleva a este pueblo a la Tierra Prometida”. Pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. Me has dicho: “Yo te conozco por tu nombre y te miro con agrado”. Si es cierto que me miras con buenos ojos, permíteme conocer tus caminos, para que pueda comprenderte más a fondo y siga gozando de tu favor. Y recuerda que esta nación es tu propio pueblo.
El Señor le respondió:
—Yo mismo iré contigo, Moisés, y te daré descanso; todo te saldrá bien.
Entonces Moisés dijo:
—Si tú mismo no vienes con nosotros, no nos hagas salir de este lugar. ¿Cómo se sabrá que me miras con agrado—a mí y a tu pueblo—si no vienes con nosotros? Pues tu presencia con nosotros es la que nos separa—a tu pueblo y a mí—de todos los demás pueblos de la tierra.
El Señor contestó a Moisés:
—Ciertamente haré lo que me pides, porque te miro con agrado y te conozco por tu nombre.
Moisés respondió:
—Te suplico que me muestres tu gloriosa presencia.
El Señor respondió:
—Haré pasar delante de ti toda mi bondad y delante de ti proclamaré mi nombre, Yahveh. Pues tendré misericordia de quien yo quiera y mostraré compasión con quien yo quiera. Sin embargo, no podrás ver directamente mi rostro, porque nadie puede verme y seguir con vida.
El Señor siguió diciendo:
—Párate cerca de mí, sobre esta roca. Cuando pase mi gloriosa presencia, te esconderé en la grieta de la roca y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Después retiraré la mano y dejaré que me veas por detrás; pero no se verá mi rostro.
Éxodo 33:12-23
Nuevo Testamento
Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús; y porque ustedes pertenecen a él, el poder del Espíritu que da vida los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte. La ley de Moisés no podía salvarnos, porque nuestra naturaleza pecaminosa es débil. Así que Dios hizo lo que la ley no podía hacer. Él envió a su propio Hijo en un cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos; y en ese cuerpo, mediante la entrega de su Hijo como sacrificio por nuestros pecados, Dios declaró el fin del dominio que el pecado tenía sobre nosotros. Lo hizo para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos al Espíritu.
Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las cosas que agradan al Espíritu. Por lo tanto, permitir que la naturaleza pecaminosa les controle la mente lleva a la muerte. Pero permitir que el Espíritu les controle la mente lleva a la vida y a la paz. Pues la naturaleza pecaminosa es enemiga de Dios siempre. Nunca obedeció las leyes de Dios y jamás lo hará. Por eso, los que todavía viven bajo el dominio de la naturaleza pecaminosa nunca pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no están dominados por su naturaleza pecaminosa. Son controlados por el Espíritu si el Espíritu de Dios vive en ustedes. (Y recuerden que los que no tienen al Espíritu de Cristo en ellos, de ninguna manera pertenecen a él). Y Cristo vive en ustedes; entonces, aunque el cuerpo morirá por causa del pecado, el Espíritu les da vida, porque ustedes ya fueron hechos justos a los ojos de Dios. El Espíritu de Dios, quien levantó a Jesús de los muertos, vive en ustedes; y así como Dios levantó a Cristo Jesús de los muertos, él dará vida a sus cuerpos mortales mediante el mismo Espíritu, quien vive en ustedes.
Romanos 8:1-11
En Éxodo 33:12-23, Moisés intercede por Israel y suplica a Dios que Su presencia vaya con ellos, mostrando que nada puede sustituir la guía y el descanso que solo Dios puede dar. Dios responde afirmativamente, prometiendo que Su presencia será su descanso y seguridad.
En Romanos 8:1-11, Pablo proclama que, en Cristo, no hay condenación; el Espíritu Santo nos libera del poder del pecado y nos da una nueva vida, asegurando que la presencia de Dios es una realidad diaria para todo creyente.
Versículo Clave
Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús;
Romanos 8:1
Reflexiona
En Éxodo 33, Moisés enfrenta un desafío enorme: guiar al pueblo de Israel en medio de la incertidumbre y el temor. Su petición es clara y profunda: “Si tu presencia no va con nosotros, no nos hagas salir de aquí”. Moisés entendía que ningún logro, avance o bendición tenía sentido si Dios no estaba en el centro de su vida y de su pueblo. Para él, la presencia de Dios era más importante que cualquier otro recurso o seguridad.
Ahora, llevemos esto a nuestra vida diaria. ¿Cuántas veces tomamos decisiones importantes en el trabajo, en la familia, en proyectos personales confiando solo en nuestra experiencia o en lo que otros opinan? ¿Cuántas veces buscamos soluciones rápidas sin detenernos a preguntar si Dios realmente está guiando ese camino? Así como Moisés, muchas veces sentimos incertidumbre, miedo al futuro o a equivocarnos. Pero la diferencia está en dónde buscamos nuestra seguridad y dirección.
Romanos 8 nos muestra el resultado de vivir en esa presencia: “ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús”. Pablo nos recuerda que, gracias a Jesús, no solo tenemos acceso a Dios, sino que su Espíritu vive en nosotros, guiándonos y dándonos vida nueva. Esto no es solo una verdad teórica, sino una realidad práctica: no estamos solos, no tenemos que cargar con la culpa, ni vivir bajo el peso del pasado. El Espíritu Santo nos ayuda a tomar decisiones, a vencer el pecado y a experimentar una libertad real.
Comparando a Moisés con nuestra vida diaria, vemos que él buscaba la presencia de Dios antes de avanzar. Nosotros también podemos hacer lo mismo: antes de tomar una decisión importante, antes de reaccionar ante un problema, antes de buscar soluciones humanas, podemos detenernos y pedir la guía de Dios. Y si en algún momento sentimos culpa o condena, Romanos 8:1 nos asegura que en Cristo hay perdón y una nueva oportunidad cada día.
Preguntas de Aplicación:
-¿En qué situaciones de tu vida sueles tomar decisiones sin pedir primero la ayuda de Dios?
-¿Hay algo que te haga sentir culpa o miedo de acercarte a Dios? ¿Cómo cambia eso al saber que en Jesús no hay condena?
-¿Qué puedes hacer hoy para recordar que el Espíritu de Dios está contigo y quiere guiarte en lo cotidiano?
Oración
Señor, gracias porque tu presencia es real y constante en mi vida. Ayúdame a buscarte antes de tomar decisiones y a confiar en tu dirección, así como Moisés lo hizo. Gracias porque en Jesús no hay condena y puedo vivir en libertad. Hazme consciente de tu Espíritu cada día y ayúdame a reflejar tu amor en todo lo que hago. En el nombre de Jesús, amén.