DÍA 4: La Esperanza de la Eternidad
Lectura
Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde la presencia de Dios, como una novia hermosamente vestida para su esposo.
Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más».
Apocalipsis 21:1-4
Las palabras de Pedro traspasaron el corazón de ellos, quienes le dijeron a él y a los demás apóstoles:
—Hermanos, ¿qué debemos hacer?
Pedro contestó:
—Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo. Esta promesa es para ustedes, para sus hijos y para los que están lejos, es decir, para todos los que han sido llamados por el Señor nuestro Dios.
Entonces Pedro siguió predicando por largo rato, y les rogaba con insistencia a todos sus oyentes: «¡Sálvense de esta generación perversa!».
Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la iglesia en ese mismo día, como tres mil en total.
Hechos 2:37-41
Apocalipsis 21:1-4
Este pasaje presenta la gloriosa visión de Juan sobre el nuevo cielo y la nueva tierra. Es el cumplimiento del plan de redención: Dios mismo morando con su pueblo, sin más lágrimas, muerte, llanto o dolor. El tabernáculo ya no es una tienda o un templo, sino la presencia eterna y plena de Dios entre los redimidos. Es la restauración total de lo que se perdió en el Edén: comunión íntima, perfecta y perpetua con Dios.
Hechos 2:37-41
Después del poderoso sermón de Pedro en Pentecostés, muchos corazones fueron conmovidos y preguntaron: “¿Qué haremos?” La respuesta fue clara: arrepentirse, bautizarse y recibir el don del Espíritu Santo. Este momento marca el inicio de la iglesia y el ingreso de las personas al nuevo pueblo de Dios, anticipando la esperanza futura que Apocalipsis describe. Es el comienzo de la restauración que culminará en la eternidad con Dios.
Versículo Clave
Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos.
Apocalipsis 21:3
Reflexiona
¿Alguna vez te has sentido cansado, como si el mundo fuera demasiado pesado para cargarlo solo? La Palabra de Dios hoy nos recuerda algo asombroso: Él mismo ha prometido estar con nosotros, no solo por momentos, sino para siempre. La visión de Apocalipsis no es una fantasía lejana, es una promesa real: Dios va a morar con nosotros. Él enjugará nuestras lágrimas, sanará cada herida y eliminará todo dolor. Es el final glorioso que nos espera.
Y mientras caminamos hacia ese día, no estamos solos. El Espíritu Santo está con nosotros desde ahora, en lo cotidiano: cuando lavas los platos, cuando luchas por mantener la paz en tu familia, cuando enfrentas el temor al futuro. Él te guía, te consuela, y te recuerda que perteneces a Dios.
¿Cómo estoy preparando mi vida hoy para ese futuro eterno con Dios?
¿Estoy viviendo como alguien que realmente cree que Cristo volverá y Dios morará con su pueblo para siempre?
¿Estoy compartiendo con otros la esperanza del evangelio que transforma vidas ahora y en la eternidad?
Oración
Señor, gracias por la promesa de una eternidad contigo, donde no habrá más lágrimas ni dolor. Ayúdame a vivir hoy con esa esperanza firme en mi corazón. Enséñame a caminar en santidad, a arrepentirme cada día y a vivir como testigo fiel de tu amor redentor. Que mi vida anuncie el reino que viene, y que muchos puedan encontrarte a través de mi testimonio. Amén.