DÍA 2: La Restauración de la Comunión
Lectura
La serpiente era el más astuto de todos los animales salvajes que el Señor Dios había hecho. Cierto día le preguntó a la mujer:
—¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto?
—Claro que podemos comer del fruto de los árboles del huerto—contestó la mujer—. Es solo del fruto del árbol que está en medio del huerto del que no se nos permite comer. Dios dijo: “No deben comerlo, ni siquiera tocarlo; si lo hacen, morirán”.
—¡No morirán!—respondió la serpiente a la mujer—. Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal.
La mujer quedó convencida. Vio que el árbol era hermoso y su fruto parecía delicioso, y quiso la sabiduría que le daría. Así que tomó del fruto y lo comió. Después le dio un poco a su esposo que estaba con ella, y él también comió. En ese momento, se les abrieron los ojos, y de pronto sintieron vergüenza por su desnudez. Entonces cosieron hojas de higuera para cubrirse.
Cuando soplaba la brisa fresca de la tarde, el hombre y su esposa oyeron al Señor Dios caminando por el huerto. Así que se escondieron del Señor Dios entre los árboles. Entonces el Señor Dios llamó al hombre:
—¿Dónde estás?
El hombre contestó:
—Te oí caminando por el huerto, así que me escondí. Tuve miedo porque estaba desnudo.
—¿Quién te dijo que estabas desnudo?—le preguntó el Señor Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que te ordené que no comieras?
El hombre contestó:
—La mujer que tú me diste fue quien me dio del fruto, y yo lo comí.
Entonces el Señor Dios le preguntó a la mujer:
—¿Qué has hecho?
—La serpiente me engañó—contestó ella—. Por eso comí.
Entonces el Señor Dios le dijo a la serpiente:
«Por lo que has hecho, eres maldita
más que todos los animales, tanto domésticos como salvajes.
Andarás sobre tu vientre,
arrastrándote por el polvo durante toda tu vida.
Y pondré hostilidad entre tú y la mujer,
y entre tu descendencia y la descendencia de ella.
Su descendiente te golpeará la cabeza,
y tú le golpearás el talón».
Luego le dijo a la mujer:
«Haré más agudo el dolor de tu embarazo,
y con dolor darás a luz.
Y desearás controlar a tu marido,
pero él gobernará sobre ti».
Y al hombre le dijo:
«Dado que hiciste caso a tu esposa y comiste del fruto del árbol
del que te ordené que no comieras,
la tierra es maldita por tu culpa.
Toda tu vida lucharás para poder vivir de ella.
Te producirá espinos y cardos,
aunque comerás de sus granos.
Con el sudor de tu frente
obtendrás alimento para comer
hasta que vuelvas a la tierra
de la que fuiste formado.
Pues fuiste hecho del polvo,
y al polvo volverás».
Después, el hombre—Adán—le puso a su esposa el nombre Eva, porque ella sería la madre de todos los que viven. Y el Señor Dios hizo ropa de pieles de animales para Adán y su esposa.
Luego el Señor Dios dijo: «Miren, los seres humanos se han vuelto como nosotros, con conocimiento del bien y del mal. ¿Y qué ocurrirá si toman el fruto del árbol de la vida y lo comen? ¡Entonces vivirán para siempre!». Así que el Señor Dios los expulsó del jardín de Edén y envió a Adán a cultivar la tierra de la cual él había sido formado. Después de expulsarlos, el Señor Dios puso querubines poderosos al oriente del jardín de Edén; y colocó una espada de fuego ardiente—que destellaba al moverse de un lado a otro—a fin de custodiar el camino hacia el árbol de la vida.
Génesis 3:1-24
El día de Pentecostés, todos los creyentes estaban reunidos en un mismo lugar. De repente, se oyó un ruido desde el cielo parecido al estruendo de un viento fuerte e impetuoso que llenó la casa donde estaban sentados. Luego, algo parecido a unas llamas o lenguas de fuego aparecieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos los presentes fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, conforme el Espíritu Santo les daba esa capacidad.
En esa ocasión, había judíos devotos de todas las naciones, que vivían en Jerusalén. Cuando oyeron el fuerte ruido, todos llegaron corriendo y quedaron desconcertados al escuchar sus propios idiomas hablados por los creyentes.
Estaban totalmente asombrados. «¿Cómo puede ser?—exclamaban—. Todas estas personas son de Galilea, ¡y aun así las oímos hablar en nuestra lengua materna! Aquí estamos nosotros: partos, medos, elamitas, gente de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, de la provincia de Asia, de Frigia, Panfilia, Egipto y de las áreas de Libia alrededor de Cirene, visitantes de Roma (tanto judíos como convertidos al judaísmo), cretenses y árabes. ¡Y todos oímos a esta gente hablar en nuestro propio idioma acerca de las cosas maravillosas que Dios ha hecho!». Quedaron allí, maravillados y perplejos. «¿Qué querrá decir esto?», se preguntaban unos a otros.
Pero otros entre la multitud se burlaban de ellos diciendo: «Solo están borrachos, eso es todo».
Hechos 2:1-13
En Génesis 3:1-24 se relata la caída del hombre: Adán y Eva desobedecen a Dios al comer del fruto prohibido, trayendo pecado, muerte y separación entre Dios y la humanidad. En contraste, Hechos 2:1-13 describe el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos, capacitándolos sobrenaturalmente para proclamar el evangelio en diferentes lenguas, marcando el inicio de la iglesia y una restauración de la comunión con Dios.
Versículo Clave
Y todos los presentes fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, conforme el Espíritu Santo les daba esa capacidad.
Hechos 2:4
Reflexiona
La caída en Edén no solo rompió la comunión con Dios, sino que instauró una barrera insalvable por fuerzas humanas. El mundo secular hoy sigue promoviendo la autonomía y la autosuficiencia, valores contrarios al reconocimiento de nuestra dependencia de Dios. Pentecostés, sin embargo, muestra que la restauración no proviene de nuestro esfuerzo, sino de la iniciativa soberana de Dios, quien cumple Su promesa enviando al Espíritu Santo. Así como el pecado dispersó y confundió (Génesis 11, Babel), el Espíritu une y capacita para proclamar a Cristo a todas las naciones, superando divisiones culturales y lingüísticas. Esta obra transforma no solo nuestra relación con Dios, sino también nuestra misión en el mundo: somos llamados a vivir y testificar en medio de una sociedad que niega la necesidad de redención. El cambio de vida verdadero surge al abrazar la promesa de Dios, confiar en Su provisión y depender del Espíritu para vivir contra culturalmente.
El pecado en el Edén trajo separación entre Dios y la humanidad, rompiendo la comunión perfecta que existía en el jardín. Sin embargo, por medio de la obra redentora de Cristo, esa comunión es restaurada para todos los que creen. En Pentecostés, el Espíritu Santo desciende sobre los creyentes, aplicando y sellando en ellos los beneficios de la redención y capacitándolos para ser testigos de Cristo. Este evento marca el nacimiento de la iglesia y demuestra que Dios sigue cumpliendo Su plan de redención. A través del Espíritu, somos empoderados para superar las barreras del idioma y la cultura, proclamando las maravillas de Dios a todas las naciones.-
-¿Reconoces áreas en tu vida donde el pecado sigue afectando tu comunión con Dios y tu testimonio ante el mundo?
-¿De qué manera dependes del Espíritu Santo para vencer la tentación de vivir según los valores de este siglo?
-¿Cómo puedes ser un instrumento de reconciliación y testimonio en tu entorno, reflejando la obra restauradora de Cristo?
Oración
Padre Santo, reconozco que mi pecado me separa de Ti y que por mis fuerzas no puedo restaurar esa comunión. Gracias porque, en tu fidelidad, enviaste a tu Hijo y a tu Espíritu para redimirme y capacitarme. Hazme sensible a tu voz, dependiente de tu gracia y valiente para testificar de tu amor en medio de un mundo que te rechaza. Permíteme vivir cada día en obediencia, reflejando la restauración que solo Tú puedes dar. Amén.