DÍA 1: La Promesa del Espíritu

DÍA 1: La Promesa del Espíritu

Lectura

El Señor le dijo a Moisés: «Dile al pueblo de Israel que me traiga sus ofrendas sagradas. Acepta las contribuciones de todos los que tengan el corazón dispuesto a ofrendar. La siguiente es una lista de las ofrendas sagradas que podrás aceptar de ellos:

oro, plata y bronce;

hilo azul, púrpura y escarlata;

lino fino y pelo de cabra para tela;

pieles de carnero curtidas y cuero de cabra de la mejor calidad;

madera de acacia;

aceite de oliva para las lámparas;

especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático;

piedras de ónice y otras piedras preciosas para incrustar en el efod y en el pectoral del sacerdote.

»Haz que los israelitas me construyan un santuario para que yo habite en medio de ellos. Deberán construir el tabernáculo y su mobiliario exactamente según el modelo que te mostraré.

Éxodo 25:1-9

Teófilo, en mi primer libro te relaté todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar hasta el día que fue llevado al cielo, después de haberles dado a sus apóstoles escogidos instrucciones adicionales por medio del Espíritu Santo. Durante los cuarenta días después de que sufrió y murió, Cristo se apareció varias veces a los apóstoles y les demostró con muchas pruebas convincentes que él realmente estaba vivo. Y les habló del reino de Dios.

Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó: «No se vayan de Jerusalén hasta que el Padre les envíe el regalo que les prometió, tal como les dije antes. Juan bautizaba con agua, pero en unos cuantos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo».

Así que mientras los apóstoles estaban con Jesús, le preguntaron con insistencia:

—Señor, ¿ha llegado ya el tiempo de que liberes a Israel y restaures nuestro reino?

Él les contestó:

—Solo el Padre tiene la autoridad para fijar esas fechas y tiempos, y a ustedes no les corresponde saberlo; pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos, y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra.

Después de decir esto, Jesús fue levantado en una nube mientras ellos observaban, hasta que ya no pudieron verlo. Mientras se esforzaban por verlo ascender al cielo, dos hombres vestidos con túnicas blancas de repente se pusieron en medio de ellos. «Hombres de Galilea—les dijeron—, ¿por qué están aquí parados, mirando al cielo? Jesús fue tomado de entre ustedes y llevado al cielo, ¡pero un día volverá del cielo de la misma manera en que lo vieron irse!».

Hechos 1:1-11

Éxodo 25:1-9
En este pasaje, Dios le pide a Moisés que recoja una ofrenda voluntaria del pueblo para construir un santuario, el tabernáculo. La razón: “para que yo habite en medio de ellos” Este tabernáculo será un lugar visible y tangible de la presencia de Dios entre su pueblo, mostrando su deseo de cercanía y comunión.

Hechos 1:1-11
Aquí, antes de ascender al cielo, Jesús instruye a sus discípulos a esperar la promesa del Padre: el Espíritu Santo. Esta promesa no es solo un símbolo, sino la realidad de que Dios ahora habitaría dentro de sus hijos, capacitándonos para ser testigos de Cristo desde Jerusalén hasta lo último de la tierra.

Versículo Clave

pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos, y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra.

Hechos 1:8

Reflexiona

Tanto en Éxodo 25:1-9 como en Hechos 1:1-11, observamos un tema común que atraviesa la historia bíblica: el deseo de Dios de habitar con su pueblo. En Éxodo, el Señor pide a Israel construir un tabernáculo para que su presencia pueda morar en medio de ellos. Esta solicitud no es un mero mandato ritual, sino una revelación de su carácter: Dios no es un ser distante, desea comunión, cercanía e intimidad con su pueblo. El tabernáculo era el símbolo visible de esa intención divina.

Primer punto clave:
Dios siempre ha buscado habitar con su pueblo. Desde el jardín del Edén, pasando por el tabernáculo y hasta llegar al envío del Espíritu Santo, su plan ha sido estar presente entre nosotros, no solo como guía o juez, sino como Padre cercano.

En Hechos 1, Jesús anuncia a sus discípulos que recibirán el poder del Espíritu Santo, y que ese poder no es abstracto o místico, sino con un propósito: ser testigos de Cristo hasta los confines de la tierra. Aquí, ya no se trata de una tienda construida por manos humanas, sino de corazones humanos convertidos en templo viviente, llenos de la presencia de Dios.

Segundo punto clave:
El Espíritu Santo no solo habita en nosotros, sino que nos empodera para cumplir una misión divina. Su presencia nos da poder para vivir con propósito, para hablar con valentía, y para testificar con verdad y amor en cualquier contexto.

Estos dos textos bíblicos nos muestran que el Espíritu Santo no es una experiencia opcional, sino el cumplimiento de una promesa eterna. Es el Dios Santo que ya no necesita un tabernáculo físico porque ha hecho morada en nosotros. Esta realidad transforma cada área de nuestra vida: nos consuela en la debilidad, nos da dirección en medio del caos, y nos convierte en portadores de esperanza en medio de un mundo confundido.

¿De qué manera estás experimentando la presencia activa del Espíritu Santo en tu vida diaria?

¿Qué cambios serían visibles en tu entorno si vivieras cada día consciente de que Dios habita en ti?

¿Qué áreas de tu vida necesitan ser entregadas al Espíritu para que puedas testificar con poder y autenticidad?

Oración

Señor, gracias por tu promesa fiel de habitar en nosotros. Reconozco que no puedo ser testigo de tu verdad con mis fuerzas. Lléname con tu Espíritu Santo, para vivir con poder, con dirección, y con pasión por tu gloria. Ayúdame a reflejarte donde sea que tú me pongas hoy. Amén.