DÍA 4: Hijos de Dios por Fe
Lectura
El Señor es mi luz y mi salvación,
entonces ¿por qué habría de temer?
El Señor es mi fortaleza y me protege del peligro,
entonces ¿por qué habría de temblar?
Cuando los malvados vengan a devorarme,
cuando mis enemigos y adversarios me ataquen,
tropezarán y caerán.
Aunque un ejército poderoso me rodee,
mi corazón no temerá.
Aunque me ataquen,
permaneceré confiado.
Lo único que le pido al Señor
—lo que más anhelo—
es vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida,
deleitándome en la perfección del Señor
y meditando dentro de su templo.
Salmo 27:1-4
pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.
Juan 1:12-13
Salmo 27:1-4 refleja una profunda confianza en Dios como luz, salvación y refugio. David expresa una seguridad arraigada en su relación con el Señor, deseando morar en Su presencia todos los días de su vida. Esa intimidad con Dios se basa en una relación personal, donde Él no solo es protector, sino también el mayor anhelo del alma.
Juan 1:12-13 declara que todos los que reciben a Cristo y creen en Su nombre reciben la autoridad (exousía) de ser hechos hijos de Dios. Este nuevo nacimiento no es natural ni humano, sino espiritual y divino. No se trata de pertenecer a una religión, sino de recibir una nueva identidad por medio de la fe.
Versículo Clave
pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.
Juan 1:12
Reflexiona
Ser llamado hijo de Dios es un privilegio y un regalo que recibimos por medio de la fe en Jesús. No es algo que podamos ganar por nuestros propios méritos, sino un nacimiento espiritual que proviene de Dios. Como hijos de Dios, tenemos una nueva identidad y un acceso directo al Padre. Esto transforma nuestra manera de vivir, dándonos seguridad, propósito y esperanza. Vivir como hijos de Dios significa reflejar Su amor y caminar en Su luz, confiando en Su guía y provisión.
Como hijos de Dios:
-Tenemos seguridad: Él es nuestra luz y salvación.
-Vivimos con propósito: nuestras decisiones y deseos se alinean con nuestra nueva naturaleza.
-Tenemos acceso a Su presencia: podemos clamar “Abba, Padre” en todo momento.
Aceptar esta identidad también implica vivirla. Ser hijos de Dios es reflejar a nuestro Padre: con confianza, integridad, compasión y obediencia. El mundo debe ver en nosotros la luz de nuestro Padre celestial.
¿Estoy viviendo con la seguridad y confianza que me da ser hijo de Dios, o me dejo dominar por el temor y la incertidumbre?
¿En qué áreas de mi vida necesito alinear mi identidad con mi manera de actuar?
¿Estoy reflejando el carácter de mi Padre celestial en mis relaciones, decisiones y actitudes diarias?
Oración
Señor, gracias por el privilegio de ser llamado Tu hijo. Ayúdame a vivir de acuerdo con esta identidad, confiando en Ti y reflejando Tu amor en todo lo que hago. Amén.