DÍA 3: La Encarnación de Dios

DÍA 3: La Encarnación de Dios

Lectura

Entonces la nube cubrió el tabernáculo, y la gloria del Señor llenó el tabernáculo. Moisés no podía entrar en el tabernáculo, porque la nube se había posado allí, y la gloria del Señor llenaba el tabernáculo.

Cada vez que la nube se levantaba del tabernáculo, el pueblo de Israel se ponía en marcha y la seguía. Pero si la nube no se levantaba, ellos permanecían donde estaban hasta que la nube se elevaba. Durante el día, la nube del Señor quedaba en el aire sobre el tabernáculo y, durante la noche, resplandecía fuego dentro de ella, de modo que toda la familia de Israel podía ver la nube. Eso mismo ocurrió durante todos sus viajes.

Éxodo 40:34-38

Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.

Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre.

Juan 1:10-14

Éxodo 40:34-38 narra el momento en que la gloria de Dios llenó el tabernáculo. La nube, símbolo de la presencia divina, descendió para habitar en medio del pueblo. Este era el modo en que Dios se manifestaba: majestuoso, pero separado, accesible sólo a través de mediadores y sacrificios.

Juan 1:10-14 nos revela una transición extraordinaria: el Verbo eterno, quien estaba con Dios y era Dios, se hizo carne. Jesús, la Palabra viva, habitó literalmente entre nosotros. El verbo griego usado aquí para “habitar” (σκηνόω, skēnoō) implica “hacer tabernáculo”, haciendo una conexión directa con el tabernáculo del Antiguo Testamento. Pero ahora, no en una tienda móvil, sino en carne humana. Ya no se trata de una nube inaccesible, sino de una Persona cercana.

Versículo Clave

Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre.

Juan 1:14

Reflexiona

En el Antiguo Testamento, la presencia de Dios habitaba en el tabernáculo, un lugar sagrado donde Su gloria se manifestaba. En el Nuevo Testamento, vemos que Dios decidió habitar entre nosotros de una manera más personal a través de Jesús. La encarnación es un acto de amor y humildad, donde Dios se hizo carne para caminar entre nosotros, experimentar nuestras luchas y ofrecer salvación. Jesús vino lleno de gracia y verdad, mostrándonos el camino hacia el Padre y revelando Su amor inagotable.

El Dios que creó el universo no se quedó distante. Él se hizo uno de nosotros. En Jesús, lo eterno se hizo visible, lo divino se hizo cercano, y lo sagrado se hizo humano.

El verbo no solo se encarnó “habitó entre nosotros” sino que lo hizo lleno de gracia y de verdad. Esta es la esencia del carácter de Cristo: una gracia que nos acoge, y una verdad que nos transforma. Él no vino a condenarnos, sino a vivir con nosotros, sufrir con nosotros, y redimirnos.

Hoy, este mismo Jesús desea habitar en ti por medio del Espíritu Santo. Su gracia sigue disponible para sanar tus heridas y su verdad para renovar tu mente.

¿Estoy viviendo consciente de que Dios no es lejano, sino cercano y accesible a través de Jesús?
¿Qué significa para mí que Jesús sea “lleno de gracia y de verdad”? ¿Estoy reflejando ese equilibrio en mis relaciones?
¿Qué áreas de mi vida necesitan ser más moldeadas por la verdad de Cristo y cuáles necesitan experimentar más su gracia?

Oración

Padre celestial, gracias por no quedarte lejos, sino por acercarte a mí en la persona de Jesús. Gracias por encarnarte, por caminar entre nosotros, por mostrarme tu gloria llena de gracia y verdad. Ayúdame a vivir cada día recordando que tú estás presente, y a ser un portador de tu gracia y verdad en mi entorno. Amén.