DÍA 2: La Promesa de la Presencia de Dios
Lectura
»Estas ofrendas quemadas deberás presentarlas cada día, de generación en generación. Ofrécelas en presencia del Señor, a la entrada del tabernáculo; allí me encontraré contigo y te hablaré. Me reuniré allí con el pueblo de Israel, en el lugar que se hace sagrado por mi gloriosa presencia. Así es, consagraré el tabernáculo y el altar, y consagraré a Aarón y a sus hijos para que me sirvan como sacerdotes. Entonces viviré en medio de los israelitas y seré su Dios, y ellos sabrán que yo soy el Señor su Dios. Yo soy quien los sacó de la tierra de Egipto para vivir entre ellos. Yo soy el Señor su Dios.
Éxodo 29:42-46
»Si me aman, obedezcan mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Abogado Defensor, quien estará con ustedes para siempre. Me refiero al Espíritu Santo, quien guía a toda la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo busca ni lo reconoce; pero ustedes sí lo conocen, porque ahora él vive con ustedes y después estará en ustedes. No los abandonaré como a huérfanos; vendré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán. Dado que yo vivo, ustedes también vivirán. Cuando yo vuelva a la vida, ustedes sabrán que estoy en mi Padre y que ustedes están en mí, y yo, en ustedes. Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos.
Juan 14:15-21
En Éxodo 29:42-46, Dios declara su intención de habitar entre los israelitas, estableciendo un lugar de encuentro donde su presencia se manifieste de forma constante. Esta promesa está ligada a su santidad, a su fidelidad en cumplir lo que ha dicho y al deseo de que su pueblo lo reconozca como su Dios.
En Juan 14:15-21, Jesús asegura a sus discípulos que no los dejará huérfanos. Les promete al Consolador, el Espíritu Santo, como evidencia de su presencia continua. El amor y la obediencia son claves para experimentar esa presencia. Así, el deseo de Dios de habitar entre su pueblo trasciende los tiempos, desde el tabernáculo hasta la morada del Espíritu en el corazón de los creyentes.
Versículo Clave
Entonces viviré en medio de los israelitas y seré su Dios,
Éxodo 29:45
Reflexiona
La promesa de Dios de habitar en medio de su pueblo es una expresión conmovedora de su amor. No es un Dios distante o indiferente, sino cercano, comprometido, deseoso de comunión. Desde el principio, Dios ha buscado estar con los suyos: primero en el huerto, luego en el tabernáculo, más adelante en el templo, y finalmente en nosotros, por medio del Espíritu Santo.
En el Antiguo Testamento, esa presencia era visible en el tabernáculo, donde Dios se encontraba con Moisés y los sacerdotes. Pero en Cristo, esa presencia se hace aún más íntima: Él habita en nosotros. Esta verdad cambia radicalmente cómo vivimos. Ya no necesitamos buscarlo en un monte o en un lugar físico. Su presencia es permanente, personal y poderosa.
Jesús afirma que el Espíritu Santo no solo estará con nosotros, sino en nosotros. Esa presencia trae consuelo en la tristeza, dirección en la confusión, poder en la debilidad y compañía en la soledad. Pero también implica una llamada: a obedecer, a vivir conforme a su voluntad, a amar como Él amó.
Ser conscientes de que Dios vive en nosotros debe marcar cada decisión, cada conversación, cada pensamiento. Es un recordatorio constante de que no estamos solos, de que somos amados, guiados y transformados.
Preguntas de Reflexión:
-¿Estás viviendo como alguien que lleva la presencia de Dios a donde va?
-¿Qué cambios harías en tu vida diaria si recordaras constantemente que el Espíritu Santo habita en ti?
-¿Estás cultivando una relación diaria con el Espíritu Santo, o solo recurres a Él en tiempos de crisis?
Oración
Señor, gracias por tu promesa eterna de estar conmigo. Gracias porque no me has dejado solo, sino que tu Espíritu habita en mí. Hazme cada día más consciente de tu presencia. Ayúdame a caminar con reverencia, obediencia y gozo, sabiendo que tú, el Dios eterno, me has hecho tu morada. Amén.