DÍA 1: La Presencia de Dios en el Antiguo Testamento

DÍA 1: La Presencia de Dios en el Antiguo Testamento

Lectura

Exactamente dos meses después de haber salido de Egipto, los israelitas llegaron al desierto de Sinaí. Después de levantar campamento en Refidim, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon al pie del monte Sinaí.

Entonces Moisés subió al monte para presentarse delante de Dios. El Señor lo llamó desde el monte y le dijo: «Comunica estas instrucciones a la familia de Jacob; anúncialas a los descendientes de Israel: “Ustedes vieron lo que hice con los egipcios. Saben cómo los llevé a ustedes sobre alas de águila y los traje hacia mí. Ahora bien, si me obedecen y cumplen mi pacto, ustedes serán mi tesoro especial entre todas las naciones de la tierra; porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán mi reino de sacerdotes, mi nación santa”. Este es el mensaje que debes transmitir a los hijos de Israel».

Entonces Moisés regresó del monte y llamó a los ancianos del pueblo y les comunicó todo lo que el Señor le había ordenado. Y todo el pueblo respondió a una voz: «Haremos todo lo que el Señor ha ordenado». Entonces Moisés llevó al Señor la respuesta del pueblo.

Luego el Señor le dijo a Moisés: «Yo me presentaré ante ti en una densa nube, para que el pueblo pueda oírme cuando hable contigo; así ellos siempre confiarán en ti».

Moisés le dijo al Señor lo que el pueblo había dicho. Después el Señor le dijo a Moisés: «Desciende y prepara al pueblo para mi llegada. Conságralos hoy y mañana, y haz que laven sus ropas. Asegúrate de que estén preparados para el tercer día, porque ese día el Señor descenderá sobre el monte Sinaí a la vista de todo el pueblo. Marca un límite alrededor del monte y dile al pueblo esta advertencia: “¡Tengan cuidado! No suban al monte, ni siquiera toquen los límites. Cualquiera que toque el monte será ejecutado. Ninguna mano puede tocar a la persona o al animal que traspase el límite, sino que esa persona morirá apedreada o atravesada con flechas. Ellos tendrán que morir”. Sin embargo, cuando se oiga un toque prolongado del cuerno de carnero entonces el pueblo podrá subir al monte».

Así que Moisés descendió a donde estaba el pueblo. Consagró a la gente para la adoración, y ellos lavaron sus ropas. Les dijo: «Prepárense para el tercer día y, hasta entonces, absténganse de tener relaciones sexuales».

En la mañana del tercer día, retumbaron truenos y destellaron relámpagos, y una nube densa descendió sobre el monte. Se oyó un fuerte y prolongado toque de cuerno de carnero, y todo el pueblo tembló. Moisés llevó a la multitud fuera del campamento para encontrarse con Dios, y todos se pararon al pie de la montaña. El monte Sinaí estaba totalmente cubierto de humo, porque el Señor había descendido sobre él en forma de fuego. Nubes de humo subían al cielo como el humo que sale de un horno de ladrillos, y todo el monte se sacudía violentamente. A medida que el sonido del cuerno de carnero se hacía cada vez más fuerte, Moisés hablaba y Dios le respondía con voz de trueno. El Señor descendió sobre la cumbre del monte Sinaí y llamó a Moisés a la cima. Así que Moisés subió al monte.

Entonces el Señor le dijo a Moisés:

—Baja de nuevo y advierte al pueblo que no traspase los límites para ver al Señor, porque quien lo haga morirá. Incluso los sacerdotes que se acercan al Señor con regularidad deben purificarse para que el Señor no arremeta contra ellos y los destruya.

—Pero Señor—protestó Moisés—, la gente no puede subir al monte Sinaí. Tú ya nos lo advertiste; me dijiste: “Marca un límite alrededor del monte para que quede apartado como santo”.

Pero el Señor dijo:

—Baja ahora y trae a Aarón cuando vuelvas. Mientras tanto, no permitas que los sacerdotes ni el pueblo traspasen el límite para acercarse al Señor; de lo contrario, él arremeterá contra ellos y los destruirá.

Entonces Moisés descendió a donde estaba el pueblo y les dijo lo que el Señor había dicho.

Éxodo 19:1-25

Ustedes no se han acercado a una montaña que se pueda tocar, a un lugar que arde en llamas, un lugar de oscuridad y tinieblas, rodeado por un torbellino, como les sucedió a los israelitas cuando llegaron al monte Sinaí. Ellos oyeron un imponente toque de trompeta y una voz tan temible que le suplicaron a Dios que dejara de hablar. Retrocedieron tambaleándose bajo el mandato de Dios: «Si tan solo un animal toca la montaña, deberá morir apedreado». Incluso Moisés se asustó tanto de lo que vio que dijo: «Estoy temblando de miedo».

En cambio, ustedes han llegado al monte Sion, a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, y a incontables miles de ángeles que se han reunido llenos de gozo. Ustedes han llegado a la congregación de los primogénitos de Dios, cuyos nombres están escritos en el cielo. Ustedes han llegado a Dios mismo, quien es el juez sobre todas las cosas. Ustedes han llegado a los espíritus de los justos, que están en el cielo y que ya han sido perfeccionados. Ustedes han llegado a Jesús, el mediador del nuevo pacto entre Dios y la gente, y también a la sangre rociada, que habla de perdón en lugar de clamar por venganza como la sangre de Abel.

Hebreos 12:18-24

En Éxodo 19, el pueblo de Israel llega al monte Sinaí, donde Dios se manifiesta con poder: truenos, relámpagos, una nube espesa y un toque de trompeta estremecen el lugar. Dios llama a Moisés para establecer un pacto, pidiendo obediencia a cambio de una relación especial con su pueblo. Este encuentro refleja la santidad de Dios y la seriedad de su presencia.

Hebreos 12:18-24 contrasta esta experiencia del Antiguo Testamento con la del Nuevo Pacto: ya no nos acercamos a un monte de temor, sino al monte de Sion, al cielo mismo, por medio de Cristo. Ambas lecturas conectan en el tema de la presencia de Dios como algo glorioso, santo y transformador.

Versículo Clave

Ahora bien, si me obedecen y cumplen mi pacto, ustedes serán mi tesoro especial entre todas las naciones de la tierra; porque toda la tierra me pertenece.

Éxodo 19:5

Reflexiona

La presencia de Dios no es una idea abstracta o sentimental; es una realidad poderosa y santa. En el monte Sinaí, su manifestación dejó claro que acercarse a Él no era un juego: había que prepararse, consagrarse, obedecer. Dios no quiere una relación superficial; quiere todo de nosotros.

El llamado a obedecer y guardar el pacto no era un requisito legalista, sino una invitación a disfrutar de una relación privilegiada: ser su “tesoro especial”. Este lenguaje nos revela el valor inmenso que Dios asigna a su pueblo. Él no busca simplemente súbditos; busca hijos que vivan bajo su presencia con integridad y entrega.

Hebreos 12 nos recuerda que, aunque ahora vivimos bajo el Nuevo Pacto en Cristo, la santidad de Dios no ha cambiado. La diferencia es que ya no nos acercamos con temor paralizante, sino con confianza reverente. Cristo abrió el acceso, pero ese acceso aún demanda que vivamos de manera digna de Aquel que nos ha llamado.

Vivir conscientes de la presencia de Dios cambia cómo actuamos en público y en privado. Nos lleva a rechazar el pecado, a buscar la pureza, a honrarle incluso en lo pequeño. Cuando reconocemos que el Dios del Sinaí es también el que habita en nosotros por su Espíritu, no podemos vivir como si su santidad no importara.

Preguntas de Reflexión:

-¿Estás viviendo cada día como alguien que habita en la presencia de un Dios santo?

-¿Qué aspectos de tu vida necesitas consagrar para mostrar reverencia real a Dios?

-¿Cómo afecta tu sentido de identidad el saber que eres parte del "tesoro especial" de Dios?

Oración

Señor santo y glorioso, gracias por permitir que me acerque a ti, no por mis méritos, sino por tu pacto de gracia. Ayúdame a vivir con reverencia, obediencia y un corazón lleno de gratitud. Que nunca tome a la ligera tu presencia en mi vida, sino que cada día refleje que soy parte de tu pueblo especial. Amén.